Las calles del barrio Obispo Piedrabuena se transformaron en un foco de contaminación y desesperación. Desde hace semanas, líquidos cloacales brotan sin control, invaden veredas, patios y hasta el interior de algunas viviendas. El olor nauseabundo se mezcla con la bronca de los vecinos, que decidieron alzar la voz y denunciar públicamente el abandono por parte de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT).
Los reclamos se multiplican. Vecinos y vecinas documentaron la situación que viven en Diego de Villarroel y Rafael Obligado con una entrevista en América Tucumán. El agua servida corre libremente por las calles, mientras los habitantes del barrio explican que la situación afecta la salud, la movilidad y la vida cotidiana de cientos de familias.
La SAT, hasta el momento, no ofreció una solución concreta. Los vecinos aseguran que realizaron múltiples reclamos formales, pero nadie se presentó a inspeccionar ni a reparar las fallas. Algunos incluso iniciaron gestiones ante el Ente Regulador de los Servicios Públicos de Tucumán (ERSEPT), con la esperanza de que la presión institucional acelere una respuesta.
“Vivimos entre excremento y mosquitos. No podemos salir sin pisar cloaca. Esto no es vida”, expresó una vecina. La indignación crece, y con ella, la organización barrial. Los habitantes del Obispo Piedrabuena convocaron a una reunión comunitaria para definir medidas de acción directa, que podrían incluir cortes de calle y presentaciones judiciales.
Mientras tanto, el barrio sigue sumido en una crisis sanitaria que no da tregua. El agua contaminada corre, la SAT guarda silencio, y los vecinos luchan por recuperar la dignidad que les arrebataron gota a gota.
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