La situación hídrica en Tucumán ha alcanzado niveles alarmantes. En los últimos días, reportes periodísticos y mediciones oficiales coinciden en un descenso pronunciado de las reservas de agua. El embalse del dique Celestino Gelsi, uno de los principales reservorios de la provincia, registra cotas peligrosamente bajas, mientras que el cauce del río Chirimayo, en el sur provincial, aparece prácticamente seco.
El acceso de un equipo informativo al lecho del Chirimayo dejó imágenes y testimonios que describen un colapso ecológico local: miles de peces muertos yacían expuestos al aire, transformando el lugar en lo que fue calificado como “una pescadería gigante a cielo abierto”. El hedor putrefacto y la proliferación masiva de moscas agravan las condiciones sanitarias, incrementando el riesgo de enfermedades zoonóticas y problemas de salud pública para las comunidades cercanas.
Los efectos son múltiples y convergentes. La mortandad de fauna acuática no solo representa una pérdida irrecuperable para la biodiversidad local, sino que también impacta en los medios de vida de pescadores y pobladores rurales que dependen de esos recursos.

La falta de agua puede afectar la producción agrícola y ganadera en una provincia donde la economía regional todavía sostiene a numerosas familias. A su vez, la reducción de caudales y la exposición de sedimentos pueden favorecer la emanación de contaminantes y la proliferación de vectores.




