La intolerancia a la lactosa es una condición digestiva frecuente que afecta a entre el 30% y el 60% de la población mundial. Según el especialista en gastroenterología y neurogastroenterología Juan Pablo Stefanolo, se produce cuando el cuerpo no logra digerir por completo la lactosa, el azúcar presente en la leche. Esto ocurre porque con la edad disminuye la producción de la enzima lactasa, encargada de descomponerla.
En una entrevista en El Puente, el ciclo de Infobae, Stefanolo remarcó la diferencia con la alergia a la leche. Mientras la alergia es una reacción del sistema inmune a una proteína y puede provocar cuadros graves desde la infancia, la intolerancia no involucra al sistema inmune. En este caso, el problema es de digestión y suele manifestarse con dolor abdominal, gases, diarrea y distensión.
Síntomas más comunes de la intolerancia a la lactosa
El especialista indicó que los síntomas aparecen cuando la lactosa no digerida llega al colon y se fermenta. Los más habituales son:
- Dolor abdominal.
- Gases y distensión.
- Diarrea.
En algunos casos también pueden presentarse náuseas o vómitos. Sin embargo, Stefanolo subrayó que no todas las personas reaccionan igual y que la intensidad depende de la cantidad de lactosa consumida.
Además, aclaró que no todos los lácteos tienen la misma cantidad de lactosa. La leche entera es la más difícil de tolerar, seguida por el yogur y los quesos blandos. En cambio, los quesos duros contienen menos lactosa, aunque su mayor contenido de grasa puede causar otras molestias digestivas.
Diagnóstico y manejo de la intolerancia a la lactosa
El método más utilizado para confirmar la intolerancia es el test de aire espirado, que mide el hidrógeno en el aliento tras ingerir lactosa. Según Stefanolo, este examen permite identificar con claridad la condición, aunque el diagnóstico no significa prohibir por completo los lácteos.
El abordaje incluye estrategias flexibles:
- Consumir pequeñas cantidades de lácteos distribuidas en el día para inducir adaptación.
- Incorporar productos fermentados como el yogur, que además aporta vitaminas y minerales.
- Usar suplementos de lactasa en cápsulas o gotas que facilitan la digestión.
Un enfoque equilibrado para la alimentación
Stefanolo insistió en que la intolerancia a la lactosa puede manejarse sin necesidad de eliminar todos los lácteos. “La idea es adaptar la dieta y no caer en restricciones innecesarias”, aseguró. Por otro lado, destacó que lo emocional influye en cómo se perciben los síntomas, aunque no es la causa de la condición.
Con un diagnóstico correcto y la orientación médica adecuada, quienes padecen intolerancia pueden mantener una dieta equilibrada, evitar molestias y disfrutar de los beneficios de los lácteos sin poner en riesgo su salud digestiva.




