Durante más de cuatro décadas, la rivalidad entre el clan Ale y los llamados Gardelitos atravesó la historia delictiva de Tucumán. Amenazas, tiroteos, traiciones y muertes marcaron una guerra que durante años se explicó con relatos confusos: disputas personales, venganzas barriales o simples demostraciones de poder.
Hoy, sin embargo, las causas judiciales que avanzan en la Justicia Federal reponen una hipótesis que gana cada vez más fuerza: el verdadero origen del enfrentamiento habría sido el control del narcotráfico, un negocio incipiente en los años 80 que terminó consolidando una enemistad sin retorno y que vuelve a unirlos, una vez más, bajo la lupa judicial.
Los orígenes del conflicto
En los primeros años del narcotráfico en Tucumán, el escenario era muy distinto al actual. El consumo de marihuana era marginal y duramente castigado. La cocaína se vendía en pequeñas “tizas” y todavía no existían ni el paco ni las drogas sintéticas.
En ese contexto emergieron dos grupos antagónicos. Por un lado, los Ale, ligados al Mercado de Abasto. Por el otro, los Gardelitos, una familia con notoriedad nacional por delitos contra la propiedad como carterismo, mecherismo, escruches y asaltos. Lo que comenzó como una disputa territorial derivó, con el paso del tiempo, en una pelea por el control de un negocio ilegal que crecía sin regulación ni controles.
Las versiones que atribuían la enemistad a cuestiones sentimentales o a una competencia por demostrar quiénes eran los más “guapos” fueron perdiendo fuerza. La hipótesis del narcotráfico empezó a consolidarse cuando salió a la luz el rol del Comando Atila, un grupo parapolicial surgido en los años 80, integrado por efectivos que no solo debían combatir el delito, sino que terminaron involucrados en actividades ilegales y en la disputa entre bandas.
Su jefe, Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra, se suicidó años después frente a las cámaras. Varios de sus integrantes abandonaron la fuerza en medio de escándalos y denuncias.
El quiebre de 1986
El punto de no retorno llegó el 31 de diciembre de 1986, cuando dos integrantes de los Gardelitos fueron asesinados a balazos por los hermanos Rubén “La Chancha” Ale y Ángel “El Mono” Ale.
El derrotero judicial de ese episodio estuvo marcado por irregularidades. Uno de los acusados fue sobreseído y el otro recibió una condena menor, dictada durante una feria judicial y por magistrados que no llevaban el expediente. Tras esos hechos y bajo la presión del Comando Atila, los Gardelitos comenzaron a dispersarse hacia Buenos Aires, Mendoza y Córdoba.
Los Ale, nuevamente en el centro
Años más tarde, la desaparición de María de los Ángeles Verón volvió a colocar al clan Ale en el centro de la escena pública y judicial. Las denuncias de Susana Trimarco derivaron en una investigación profunda que, con el impulso de los fiscales Pablo Camuña y Agustín Chit, y el apoyo de la Unidad de Información Financiera (UIF), concluyó que los hermanos lideraban una asociación ilícita.
Según la acusación, entre 2002 y 2013 el grupo habría lavado cerca de 39 millones de pesos, provenientes de la trata de personas, el narcotráfico, el juego ilegal, la usura y las extorsiones.
El juicio iniciado en 2016 fue histórico por su magnitud y culminó con la condena de 13 de los 16 imputados, entre ellos Rubén y Ángel Ale, sentenciados a 10 años de prisión como jefes de la organización. Aunque evitaron condenas por los crímenes de los años 80, no lograron eludir la pena por lavado de activos.
El regreso de los Gardelitos
El apellido de los Gardelitos volvió a aparecer con fuerza en 2022, cuando el fiscal Chit inició una investigación por lavado de activos contra Walter “Petiso David” Lobo. La ostentación de su vida en redes sociales contrastaba con la ausencia de ingresos formales declarados.
La pesquisa reveló que entre 2012 y 2025 Lobo acumuló ocho causas por drogas en Tucumán, Salta y Córdoba, y figuró reiteradamente en registros de fuerzas federales como presunto traficante.
Según la hipótesis fiscal, habría montado una estructura para ingresar al sistema financiero alrededor de 500 millones de pesos, utilizando a su esposa, su ex pareja, varios de sus hijos y su madre como parte del esquema. Días atrás se realizaron allanamientos en los que se secuestraron elementos considerados clave para sostener la acusación.
Ahora, el juez federal José Manuel Díaz Vélez deberá definir los próximos pasos, entre ellos la citación a indagatoria de los investigados. La defensa, por su parte, niega cualquier vínculo con el narcotráfico y cuestiona la solidez de las pruebas reunidas.
Una historia que vuelve
Cuatro décadas después, Ale y Gardelitos vuelven a cruzarse en los expedientes judiciales. El narcotráfico aparece nuevamente como telón de fondo de una historia de violencia, poder y crimen organizado que atravesó generaciones y que todavía hoy sigue escribiendo capítulos centrales de la historia del hampa tucumana.
