El jueves por la madrugada, un joven se habría arrojado bajo un camión cañero en la ruta alternativa a Alderetes. La escena fue calificada como homicidio culposo, aunque todo indicaba un suicidio. Una mujer oriunda de Villa Carmela reconoció el cuerpo como el de su hijo, y la Justicia autorizó el velorio tras realizar las pericias de rigor.
Horas después, en plena ceremonia fúnebre, el supuesto fallecido apareció en la casa familiar y pronunció dos palabras que paralizaron a todos: “Estoy vivo”. El caos fue inmediato. Gritos, llantos y espanto se apoderaron de los presentes. La Policía recibió el aviso y notificó a la Fiscalía.
El joven, de 22 años, explicó que había viajado a Alderetes para consumir drogas y no sabía que su familia lo había dado por muerto. El fiscal Carlos Sale ordenó que fuera entrevistado para esclarecer lo ocurrido. Mientras tanto, el cuerpo que estaba en el cajón fue trasladado nuevamente a la Morgue Judicial, donde permanece sin identificar desde hace más de tres días.
El caso expone fallas graves en los protocolos de identificación y revive el drama de muchas madres que conviven con la incertidumbre de hijos desaparecidos por adicciones. “Uno nunca sabe si están vivos. Es un drama”, expresó una vecina.