En una realidad donde las ciudadanas tucumanas tienen que denunciar reiteradas veces los hechos para que la justicia los vaya sumando a su pila de archivos pendientes, que de los años que pasan van prescribiendo o se van perdiendo en el tiempo, donde quienes denuncian terminan muertas por los denunciados. Donde la justicia es cómplice de la mala administración de los casos, donde es ella misma la que rompe la ley, donde hay jueces y juezas que son más juzgados, por su ética y moral, que a lo que ellos deberían juzgar.
¿La justicia en Tucumán realmente existe? es una de las preguntas que más estuvo resonando en el último tiempo y no, no hablo de que haya estado resonando en mi cabeza, sino en el común de la gente. Me gustaría poder tomar todo y cada uno de los casos en los que no hubo justicia y las familias siguen esperando una resolución, pero no será posible, porque la cantidad de archivos acumulados que hay en tribunales hacen que sean ineficientes en la resoluciones de casos.
Ahora pienso ¿Y la cantidad de veces que la gente va a las marchas o ver como va su expediente y les dicen que están trabajando en eso? ¿En qué tanto trabajan? si los casos y resultados fatales van en aumento cada día que pasa sin que la justicia asigne un botón antipánico, una orden de restricción o una detención.
Pienso en Paulina Lebbos, pasaron 19 años y todavía no hay condenas por el crimen. Lo que sí hay son funcionarios condenados por encubrimiento, vínculos con el poder político y una causa que se convirtió en símbolo del pacto de silencio entre justicia y poder. Pienso en Bety Argañaraz, docente desaparecida, cuyo cuerpo nunca apareció. Las autoras del crimen accedieron a beneficios penitenciarios, mientras su familia sigue esperando respuestas. Pienso en Paola Tacacho, que denunció 22 veces a su acosador. Nadie la escuchó. Fue asesinada en plena vía pública. Pienso en Karla Robles, que denunció ocho veces a su ex pareja y se terminó suicidando. La justicia no actuó. Pienso también en las denuncias por venta de sentencias, que ponen en duda la imparcialidad de quienes deberían garantizar derechos.
Una justicia donde la acción a veces aparece cuando la víctima ya no tiene reacción ante las denuncias porque la mataron antes de que pueda estar a salvo. Una justicia que ni estando muerta te garantiza que otra persona no pase por lo mismo. Una justicia que solo tiene ojos para unos pocos acomodados. Una justicia que cuenta con todo para hacer algo, porque cuentan con personal, infraestructura y recursos económicos, y su única reacción es lavarse las manos cada vez que pueden.
Porque sí, en Tucumán para que la justicia te escuche tenés que comprar la rifa y esperar que tu denuncia sea tomada, sea procesada y con toda la suerte del mundo pase a expediente y no, aun así no lograste nada todavía tenes que esperar a que tengas más suerte todavía de que no la archiven.
Así que mi pregunta final es ¿Quién es la justicia en Tucumán? el hermano o padre que lo hace por mano propia, los vecinos que linchan a ese ladrón que fue denunciado varias veces, las amigas y familias que marchan si parar por ese ser querido asesinado. ¿Quién es el sistema que existe y se hace llamar justicia?
En Tucumán, la justicia sigue siendo una promesa escrita en expedientes que nunca se abren. Y mientras los nombres de las víctimas se repiten, la pregunta ya no es si la justicia existe, sino cuántas vidas más costará que empiece a hacerlo.




