El iceberg más grande del mundo, conocido como A23a, está llegando al final de su existencia. Con una superficie inicial de 3.672 km² —equivalente a tres veces la ciudad de Los Ángeles— y un peso cercano a un billón de toneladas métricas, este gigante de hielo se desprendió de la plataforma Filchner-Ronne en 1986. Desde entonces, ha sido monitoreado por científicos de todo el mundo.
El Servicio Británico de Investigación Antártica (BAS) y expertos como Ted Scambos, investigador principal de la Universidad de Colorado en Boulder, han seguido su trayectoria.El hecho ocurre en el hemisferio sur, específicamente en la región antártica. El declive del a23a comenzó su viaje hace casi cuatro décadas, su desintegración se aceleró en los últimos meses. Sin dudas el calentamiento global y el aumento de la temperatura del agua lo empujaron a una zona donde no puede sobrevivir.
A23a: récords, resistencia y ruptura
A23a no solo fue el iceberg más grande, sino también el más longevo. Logró frenar su desaparición natural al quedar atascado en aguas frías en dos ocasiones, lo que prolongó su vida útil. Sin embargo, ahora se encuentra en una región más cálida, donde los icebergs de su tamaño no resisten.
Según Andrew Meijers, oceanógrafo del BAS, el iceberg se ha reducido a unos 1.700 km², aproximadamente el tamaño del Gran Londres. Además, advierte que su fragmentación continuará en las próximas semanas, convirtiéndose en trozos demasiado pequeños para ser rastreados.

El impacto del cambio climático en la Antártida
Aunque el desprendimiento de icebergs es un proceso natural, los científicos señalan que el calentamiento global ha intensificado la pérdida de hielo en las plataformas antárticas. En las últimas décadas, se han perdido billones de toneladas de hielo debido al aumento de la temperatura del océano y a cambios en las corrientes marinas.
Por otro lado, aún no hay suficientes datos sobre los llamados “megabergs” para determinar si su aparición está directamente relacionada con el calentamiento global. Sin embargo, el caso de A23a es un claro ejemplo de cómo el cambio climático puede acelerar procesos naturales y poner fin a maravillas que parecían eternas.