La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona es consciente de sus propias capacidades, puede manejar las tensiones normales de la vida, trabajar productiva y fructíferamente, y contribuir a su comunidad. No es la ausencia de enfermedad mental, sino un proceso que abarca el bienestar emocional, psicológico y social. Se busca brindar un mensaje de positividad. Sin embargo, la población en general toma a la salud mental como un estado de negatividad.
Es importante entender este tema tan importante y que muchas veces fue tabú en la sociedad. Mucha gente esconde, escondió y esconderá situaciones que, son personales, no quieren que se conozcan (por el qué dirán), les da vergüenza y tampoco tienen las herramientas para comunicarlo. La salud mental ya no puede esperar. Es necesario romper estigmas, visibilizar padecimientos invisibles y exigir respuestas concretas. Porque detrás de cada estadística hay una historia que merece ser escuchada.
Según la OMS, más de mil millones de personas conviven hoy con algún trastorno mental. La pandemia de COVID-19 disparó los casos de ansiedad y depresión en un 25% solo en el primer año. Y aunque el sufrimiento se multiplicó, los recursos siguen siendo escasos: los gobiernos destinan en promedio menos del 2% de sus presupuestos de salud a esta área crítica.
Los más afectados, según los especialistas, son jóvenes, mujeres y personas con menos recursos. La mayoría experimenta síntomas de ansiedad, insomnio, irritabilidad, agotamiento emocional e impaciencia. Muchos de ellos están al límite de alcanzar un trastorno mental. Desde la pandemia, uno de cada cuatro adultos ha consultado a un profesional de salud mental, y el 14% mantiene tratamiento activo. Aunque la demanda crece, el sistema público enfrenta sobrecarga, y el privado se vuelve inaccesible para muchos.
En la provincia, el Ministerio de Salud implementó estrategias de prevención, con énfasis en el suicidio, el consumo problemático y la violencia. La línea 135 y el servicio de Telepsicología ofrecen atención gratuita, y todos los hospitales y CAPS cuentan con profesionales especializados. Lo importante en este sentido es pedir ayuda y aprender a hacerlo.
La sensación de falta de tiempo se volvió casi una percepción normal en estos días tan acelerados y vertiginosos que nos toca vivir. Las listas de tareas se alargan y los objetivos cumplidos suelen ser pocos. Cada vez queda menos tiempo para actividades esenciales, como almorzar, dormir las horas recomendadas, pasear o conversar cara a cara con un amigo. La virtualidad, la conectividad influyen directamente en un cuadro de estrés. Todo esto no es inofensivo: genera frustración, insatisfacción y afecta claramente nuestra vida, aunque no nos detengamos a prestarle atención.
La salud mental no es un lujo, es un derecho. No se trata solo de evitar el sufrimiento, sino de construir vidas más plenas, vínculos más sanos y comunidades más empáticas. Hoy, más que nunca, hablar de salud mental es un acto de responsabilidad humana y colectiva. La felicidad es contagiosa, anímense a probar.