Tres vinos nacidos en los Valles Calchaquíes fueron distinguidos en destacados concursos internacionales, consolidando a Tucumán como un referente emergente dentro del circuito mundial del vino.
“Estamos dentro de los valles calchaquíes en un renacer de la viticultura tucumana porque en tiempos anteriores en los valles había más cantidad de hectáreas, era mucho más grande esto, creo que vamos por buen camino, el potencial es importantísimo”, destacó Luis «Rolo» Díaz, enólogo y uno de los propietarios de la bodega Altos La Ciénaga, ubicada en Colalao del Valle.
La bodega fue reconocida en el Concurso VINUS 2025, donde su Trivarietal obtuvo una Medalla Doble Oro, mientras que su Viognier fue galardonado con Medalla de Oro. Además, la etiqueta Reserva 2019 se consagró con otra Medalla de Oro en el certamen Tannat al Mundo, realizado en Uruguay.
“Cualquier cepa anda bien, hay que darle tiempo a cualquiera que se adapte; funcionan bien en los valles, la niña mimada aquí es el torrontés; para mí el valle es un lugar muy privilegiado, si tuviésemos un poco más de agua sería otra cosa”, explicó el enólogo, subrayando las condiciones únicas que ofrece la altura para la producción vitivinícola.

El viognier ya se había destacado en Mendoza y la Patagonia, pero es poco frecuente en los Valles Calchaquíes (que se extienden también por Salta y Catamarca) porque es una vid propensa a enfermedades. El único antecedente de un vino 100% Viognier en la región lo tiene Bodega Etchart, en Cafayate.
Sin embargo, tuvo perfecta adaptación al viñedo de “Rolo”. “Mi manejo es agroecológico: planto, riego y nada más. Busco la expresión más pura. Al principio quería riesling, pero el viognier se impuso. La idea es duplicar la producción de estas 500 plantas”, advierte el winemaker.
“La elaboración del vino blanco exige casi transparencia”, explica, y añade: “La técnica es sencilla pero crucial: cosechar, despellejar y fermentar sin semillas ni cáscaras, usando las levaduras propias de la uva, siempre controlando la temperatura”.
La cepa encontró en este suelo de altura un hogar inesperado, demostrando que la combinación de paciencia, conocimiento y respeto por el terroir puede abrir nuevas fronteras para los vinos tucumanos.
Estos reconocimientos ratifican la complejidad y elegancia de los vinos tucumanos, elaborados bajo el sol intenso y la marcada amplitud térmica de los Andes. Pero también significan un impulso anímico para los pequeños productores. “Es un orgullo muy lindo para Tucumán y para Colalao del Valle. El año pasado hice 2.500 litros de vino, fue como fundirse; este año estoy super contento porque casi recupero lo normal de lo que hacía, estamos llegando a las 20 mil botellas. Soy productor artesanal y tengo un límite de elaboración, así que todos los colegas están contentos”, celebró Díaz.
El posicionamiento de los vinos tucumanos en las grandes ligas de la enología mundial impulsa también el enoturismo, atrayendo visitantes que buscan vivir la experiencia del vino de altura entre montañas, historia y cultura. Tucumán, tierra de historia y fe, se consolida así como una tierra de grandes vinos, donde cada botella encierra el espíritu de los Andes y la promesa de una experiencia inolvidable.




