En la madrugada de este martes, un Airbus A320-214 de la empresa GlobalX aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza con siete argentinos deportados por Trump. El operativo, organizado con máximo hermetismo por el organismo estadounidense ICE, incluyó una escala en Guayaquil antes de llegar a Buenos Aires.
Algunos de los deportados habían residido en Estados Unidos por más de dos décadas. Con este vuelo, ya suman casi 50 los argentinos expulsados en lo que va del año, en aviones contratados por el gobierno norteamericano.
Historias de desarraigo y pérdida
Los familiares de los deportados esperaron desde temprano en el aeropuerto y relataron escenas de angustia. La hermana de una mujer contó: “Se fue con 18 años, hace más de 25 que vivía en Florida y lo perdió todo. Estuvo más de cuatro meses detenida, incluso en un centro militar donde dormía en el piso”.
Otra familiar señaló que su sobrino dejó trabajo, vivienda y pertenencias: “Vienen con lo puesto, con la ropa que tenían en el momento en que los agarraron”.
Estos testimonios reflejan la dureza de las condiciones de detención y la falta de tiempo para recuperar bienes antes de la expulsión.

Desde junio, casi 50 argentinos deportados por Trump regresaron en vuelos especiales. Las causas incluyen vencimiento de visas, ingresos irregulares y delitos penales.
Según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en los primeros 250 días del segundo mandato de Trump más de dos millones de migrantes abandonaron el país. De ellos, 1,6 millones lo hicieron en forma voluntaria y más de 400.000 fueron deportados de manera forzada.
Un escenario migratorio cada vez más duro
Las cifras muestran que la política migratoria de la actual administración endureció los controles y aumentó el número de deportaciones. En este contexto, el caso de los argentinos deportados por Trump se convierte en un reflejo del impacto de estas medidas en familias que quedaron divididas y con años de vida desarraigada en Estados Unidos.